miércoles, 2 de enero de 2013
Como mejorar la disciplina de sus hijos en este nuevo año
Publicado por Juan Gomez el miércoles, 2 de enero de 2013
Tener persistencia y saber que no se
trata de castigar, sino de enseñar, son algunas claves tanto para maestro como
para los padres que quieren que en este nuevo año la disciplina y
rendimiento académico de los niños mejore.
La disciplina es un proceso gradual que
debe ser enseñado a los niños poco a poco con amor, paciencia y firmeza.
Consiste básicamente en guiar a los hijos para que sepan qué está bien o mal,
pero requiere una inversión importante de tiempo expresada en criterios de
calidad y cantidad, lo que permite conocer los hijos y definir una manera
particular de disciplinarlos.
Requiere hacerlo con consistencia,
congruencia (practicar lo que se exige) y persistencia. Disciplina no significa
castigo, es "enseñar". Los padres se constituyen en los
primeros profesores. Frecuentemente los padres disciplinan a sus hijos para
protegerlos del peligro. Por ejemplo, un padre puede enseñarle a un niño a no
tocar la estufa caliente apartándolo del peligro mientras dice: "No, mantente
alejado. Puedes quemarte y hacerte daño".
Los padres deben tener la convicción de
que ejercer disciplina es una labor importante que está a cargo de ellos. Es el
mejor regalo que se puede hacer a los hijos, pues es el camino que lleva a
lograr lo que se quiere, tener una sana convivencia, desplegar las habilidades
y potenciar las que se tienen. Es muy importante definir los valores,
hábitos y actitudes que se quieren formar en los niños. Esto implica tener
claro y decidir qué es lo realmente importante para la familia en la educación
de los hijos. Saber hacia dónde queremos llegar es el punto de partida en el
ejercicio de la disciplina.
A partir de esto se establecen estrategias para ir aplicándolas en los hijos. Es muy importante identificar el estilo educativo de los padres. Muchas veces se debaten entre el autoritario y el permisivo.
La idea es lograr un equilibrio:
identificar y transmitir los límites, enseñar las cosas permitidas y las que
no, corregir de manera constructiva y positiva las conductas inadecuadas,
mostrar sus errores y las consecuencias de sus actos, evitar los castigos, dar
autonomía y reconocer los éxitos para hacer sentir a los niños capaces.
Hay que ser firme pero no dominante, y
asumir que son los padres quienes deben estar a cargo de los hijos ejerciendo
funciones de cuidado, guía y control, pero dentro de una relación de respeto
por el niño.
Hay que tener presente que establecer
autoridad en casa no es ser inflexible y estricto. Los niños deben reconocer el
poder de los padres como un proceso que se construye con una relación amorosa y
firme. Es importante hacer exigencias
razonables y tener cuidado de no pedir más de lo debido, porque tener
expectativas muy altas puede llevar a los niños a la frustración, por no responder
a lo que los padres esperan.
PARA QUE LA DISCIPLINA FUNCIONE
Hágale saber al niño qué es lo que
espera de él y la forma como puede cumplir con ello. Si cree que es importante
que se encargue de tender su cama, enséñele cómo hacerlo más fácilmente. Sea constante y consecuente con las
exigencias disciplinarias. Si le prohíbe salir a jugar antes de hacer tareas,
no ceda en esto si ha llegado una visita o si no está de ánimo para
supervisarlas.
Establezca acuerdos previos con su
pareja acerca de la educación de sus hijos, para evitar desautorizarse en
presencia de ellos. Acuda lo menos que pueda a los regaños, las amenazas o los
castigos físicos. Aunque estos controlan los
comportamientos negativos, pocas veces los corrigen realmente. Tenga en cuenta
la edad del niño para establecer los límites, las reglas o las restricciones.
Los discursos largos y los sermones no son efectivos.
Mejor estimule las conversaciones
francas y abiertas. Sea firme en la negativa a ceder ante las demandas sin
razón de los niños o a complacerlos en cada uno de sus caprichos; es importante
que aprendan que no siempre pueden hacer su voluntad o satisfacer todo lo que
se les ocurra.
LA SANCIÓN
Es aconsejable usar la sanción solo en
aquellas conductas que no pueden manejarse de otra manera. Para hacerlo
suprímale al niño alguna de sus actividades preferidas como ver televisión o
jugar. Tenga en cuenta aplicar castigos
moderados. La crueldad, además de atentar contra la dignidad del niño, fomenta
sentimientos de rencor y origina conductas agresivas y de excesiva rebeldía.
Es clave que el castigo sea inmediato,
especialmente para los niños más pequeños, pues así entienden mejor la relación
entre esa mala acción y las consecuencias que ella trae. Castigar unas veces sí y otras no el
mismo comportamiento desorienta al niño y hace que desconfíe de sus padres.
Sancionar con justicia permite que el niño reflexione sobre su actitud e
intente modificarla. Vale la pena aclarar que los niños responden muy poco a
las reprimendas, a los gritos y a los insultos. La colaboración y el respeto
son eficaces para educar.
LAS REGLAS
Al fijar las normas recuerde que sean
razonables. Es decir, pocas y que el niño pueda cumplir. Defina claramente las
conductas permitidas y aquellas que no tolerará. Comuníquelas en términos
claros y sencillos, de tal forma que resulten comprensibles para su hijo. Hágalo todas las veces que sea
necesario. Determine las sanciones que ocasiona el incumplimiento de las normas
establecidas. Si lo considera necesario, discuta con el niño este punto.
Así habrá menos posibilidades de que
las considere injustas o arbitrarias. Explique el porqué de los límites y
déjelo dar sus propias ideas. Esto le permitirá al niño desarrollar la
autodisciplina y el autocontrol, y no solo la obediencia.
Cuando el niño cometa una falta,
muéstrele las consecuencias de su acción y ayúdelo a realizar un acto
reparador. Revise periódicamente su plan de disciplina para determinar si en
realidad el niño está cambiando sus conductas en forma consciente o si algo está
pasando.
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